Las creencias dan forma a la personalidad, y una de las mías, era identificarme como una persona tóxica. La personalidad es solo una historia que nos contamos.
Este post es más una forma de expresar lo que siempre estuvo dentro de mí y que no me atrevía a reconocer. Durante mi infancia y adolescencia formé una historia en mi mente que estuvo atada a mis primeras experiencias y también a lo que vino mi alma a experimentar en esta vida.
Esta toxicidad no tengo certeza si era visible para alguien más. Al parecer no tod@s lo percibían, solo quienes estuvieron resonando con esa misma creencia reflejada notaron esta parte de mí que había creado en mi mente durante tantos años.
Miedo al rechazo y Miedo al abandono las raíces de mi personalidad
En la infancia temprana, sentí rechazo, y esa emoción malentendida alimentó una creencia que ya llevaba programada. Fue así como muchas otras veces y en diferentes circunstancias fui (re)viviendo rechazo. Ahora que me doy cuenta, solo para confirmar esa creencia creada en mi mente, porque no era capaz de ver todo el amor que estaba recibiendo en muchas formas, me había cerrado a todo.
Entre ésta y otras creencias, fui sintiendo un profundo dolor porque seguía creyendo que las personas no me querían como yo era. Esta idea fue creciendo en mí, como una semilla de maleza, cada vez con más ideas de que yo era responsable de las emociones de otras personas. Diferentes personas opinaban que yo era «muy sensible», «cuática», «extremista» o «densa». Entonces, poco a poco, me fui creyendo estas etiquetas. Lo raro es que me era más fácil creer esas ideas que otras opiniones como que era «tierna», «honesta», «simpática», «inteligente», «bondadosa», etc.
El rechazo externo era el reflejo de mi propio rechazo
También empecé a callarme y rechazar mis emociones (todas, cerré mi corazón) porque me importaba demasiado «el qué dirán». Fui armando una armadura para no sufrir, le tenía terror a sentir y que alguien se enojara o se sintiera mal con mi presencia. Que se hicieran una «imagen negativa» de mí.
Esa máscara terminó por formarse en la adolescencia, cuando el vacío era muy grande y quería ser como otras personas, me volví adicta a buscar agradar y complacer para sentirme aceptada. Entonces ya me decía a mí misma: «soy una persona tóxica» o «le hago daño a las personas».
La soledad y la tristeza eran un abismo sin fondo. Antes de cumplir 25, era un zombi tomando pastillas para poder dormir porque me habían diagnosticado con depresión (más adelante supe que era hipotiroidismo, que tiene síntomas similares) y llegué a un punto, que creo que todos llamamos «tocar fondo» y había decidido no seguir viviendo…(y nadie lo sabía porque me había alejado a todos y aislado completamente). Entonces me dije: «ya no importa lo que pase, disfrutaré cada momento».
Esa rendición profunda a la vida, sin esperar que fuera como yo quisiera, atrajo amor, un nuevo trabajo y nuevas experiencias; solo porque me había abierto a recibir. Después de unos meses, el proyecto laboral en el que estaba, llegó a su fin repentinamente y eso me llevó a las mismas preguntas existenciales que siempre pasaban por mi mente:
¿De eso se trata todo? ¿Acaso vine a sufrir? ¿Cuál es mi propósito? ¿Por qué me siento sola? ¿Esto es vivir?
Pasé de creer que era una persona tóxica a ser quien realmente Soy.
Aquí empezó mi camino hacia el interior, un camino de vida y autoconocimiento, donde abro mi mente, consciencia y corazón. Tomando responsabilidad por la vida que había creado. Empecé a probar cosas nuevas y crear una nueva realidad, sentir tanto amor que no puedo explicarlo con palabras. Empecé a sentir relajo (algo que no sabía cómo se sentía), paz interior, placer por la vida y una unidad con todo.
Luego de años dedicada al autoconocimiento y a la práctica de todo lo aprendido en el proceso, reconozco mi verdadera esencia. El peso de la personalidad se ha ido disolviendo cada vez más. En su lugar, una gratitud por mis sombras, así como por mis luces.
Hay un punto en el que te das cuenta que el abandono, rechazo y soledad son solo pensamientos, otra narrativa más que acordé darle un significado para poder experimentarlo en esta vida, y no son reales.
Es extraño: esa persona que describo en las líneas de arriba, solo existe como historia, parece una vida pasada, hoy simplemente soy cada día más. Un ahora a la vez.
La vulnerabilidad es la apertura a la vida
La vulnerabilidad es uno de nuestros mayores potenciales, un corazón abierto en estado de gracia, la consciencia que contempla sin juicio su propia creación y se reconoce en todo lo que es.
Este 2020, me estoy permitiendo sentir la emoción que sea, y una de ellas, la que más rechazamos o esperamos que no volver a sentir, es el miedo… te cuento algo no se va, pero desde la perspectiva de la consciencia que no juzga, la puedes navegar sin ahogarte en ella. Y si te ahogas, sabes que saldrás a flote nuevamente.
Si ponemos atención con todos los sentidos, sin sumar conceptos mentales a la emoción que nos atraviesa, puede ocurrir algo milagroso, podemos trasmutar (alquimizar) el miedo en paz o incluso, no «percibir el miedo» como miedo (porque no hay separación alguna, solo unidad). No intentes entender esto con tu mente, solo deja que la semilla haga raíces en ti.
Cuando dejamos de buscar la estabilidad y comenzamos a fluir
Hay momentos en que vuelvo a creer en la narrativa, que solo soy la persona (máscara en latín) y el mundo se vuelve denso, pequeño y no veo más allá de la personalidad. Sin embargo, gracias a todo lo practicado esos momentos de crisis, se desvanecen cada vez más rápido y vuelvo a mi centro. Como una ola que nace y muere tantas veces en el océano, pero que siempre ha sido el agua.
Los momentos de desafío e incomodidad, son los que me llevan a mi profundidad para revelar más luz aún, me permiten verme completamente y apreciar la totalidad.
Además, he notado que cada vez que me atraviesa un miedo, algo nuevo comienza. Es la ola que empuja detrás para elevarse y contemplar el océano. Ambos ciclos de arriba y abajo son necesarios para la evolución de la vida, el Universo contempla dos movimientos, dos formas de energías complementarias que danzan al ritmo de la vibración eterna. Así nace la respiración (inhalar y exhalar) y el pulso del corazón (expansión y contracción) por dar unos ejemplos.
Cuando trascendemos la dualidad, se percibe la totalidad.
Ya no esperas un resultado o estar siempre en la cúspide de la ola… vas comprendiendo que el valle te da el impulso para seguir tu camino, recordar y aprender nuevas herramientas, y una vez arriba contemplas y aprecias el orden del caos.
Ambas ondas son la misma vibración espejada, la vibración primordial. Lo eterno, aquello que no puede ser explicado por palabras, ni enseñado, porque ES, no se busca ni se encuentra, no se gana ni se pierde. SOLO ES.
La vida no es lineal, la vida es aventura, es asombrarse, es aprender, es cambio constante, es tu amiga, eres tú.
Siento que compartiendo nuestras experiencias, podemos vernos como espejos y ayudarnos entre tod@s. Cuento un pedacito de mi camino porque quizás transites por algo similar. Ver más allá de la personalidad, de las creencias dañinas que frenan el vivir plenamente, es algo que tod@s somos hábiles de hacer.
Si algo de esto resuena contigo, mi intención es que tu también descubras por ti mism@ la esencia que somos y tengas la certeza de que tu existencia es el milagro más hermoso.
Con amor y gratitud por tu presencia aquí y ahora,
Damari.